
Eres, la que en aras haces hincar
la voz de la colina,
no te han dicho, que eres eslabón y navío,
que te sacudes el corpiño,
allá donde zumban los carrizos.
Tú, de las gemas eres, haces saltar
al suspiro que me forjas veleidoso,
eres mi ambrosía ígnea,
mi ibis que vuela hasta el pabellón
amoroso de mí mirada fanal.
Tú, del tul, de ese que visten
las estrellas cintilantes, las de linaje somero
como el Anubis férvido que se imanta
en tus senos risueños,
muy llenos, muy llenos de amor.
Tú ¡Oh razón de ser ondina!
Eres la mocedad de mi alma,
eres el diáfano puerto donde la luna
se hace trenzas de oro.
Eres, la que en aras haces hincar
la voz de la colina,
e interactúas con mis caricias
de porcelana, matinal corola
de ojos áureos.