
Mi niña amada
Mi niña amada, en alud de luciérnagas te tornas.
Caen sobre mí tus manos que son corales de luz,
se pasman con relatividad dadivosa
y de mi se desprende el albergado suspiro
que conservo desde mis anales.
Luna albeante que mirar he podido
envisteme con tu voz canora,
que no hay hora en que no te piense
ni tarde en que no escuche, tu sonsonete de ola
que socava mi latido sin quebranto…
¡Cristalina mujer! Duerme en ese tu lecho
de arrecifes, de claveles, de ámbitos que afeitan
la mirada de alguna isla de madera,
de alguna estrella perdida en la conciencia
de un agosto, de ese agosto en que te soñé
enredada en mi literatura de antaño.
Mi niña amada, mariposa delgada que néctar
haciéndote estas en el regazo de mi oda estremecida,
auscultándote en mí, lucero grana y trémulo
que en alud de luciérnagas de tornas.
Dedicado a mi amor María (Iriam) para que siempre
sonría así como se sonríe tan hermosamente.
Te amo mi vida con toda mi alma.
Te amo mi niña amada.