
Tu brisa, cresta trovadora que al dulce gladíolo,
una melodía con timbal y con lira
la danza de una bahía de perlas
al corazón taciturno refrendara,
se difunde en la marisma la elegancia
del rubor rendido… Aquí, me allano,
en tu subyugada mirada, boca y manos.
Tu opulenta caricia que el viento me trajera
soberana, es el redentor beso de tus labios
con atuendo de sombra azul,
el olor de la noche enamorada eres…
Cuando los candores que me devoran
y te devoran nos hacen pistilo.
Tú brisa, en aras de mis brazos cintila
el canto viril que despunta de la pureza,
¡Oh amor tan mío! Con incesante razón
entusiasmada, nos mora el amor infinito
y la veleta del sol regocijado.
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